lunes, 16 de septiembre de 2013

EL IMPACTO DE LAS TECNOLOGÍAS DE LA INFORMACIÓN GEOGRÁFICA EN LA CARTOGRAFÍA Y LA GEOGRAFÍA: ERNEST RUIZ ALMAR


Uno de los temas de mayor impacto en la geografía actual, es el papel que juegan las Tecnologías de la Información Geográfica, no solo en la labor del geógrafo sino en el posible paradigma que las mismas pudieran estar causando en nuestra disciplina.

Cada día más, extensa publicaciones intentan explicar y darle cabida a esta renovación tecnológica que está causando un profundo impacto no solo en la manera de ver la geografía sino también en lo que se ha denominado la inserción de aspectos geográficos en disciplinas y procesos antes insospechados.
 Tal como no los explica Ernest Ruiz, geógrafo de la Universidad de Bracelona y coautor de uno de los primero libros sobre SIG aparecido en lengua castellana “La situación actual y la que se adivina lleva, incluso, a cuestionar si el futuro de la Geografía está fuera de las manos de los geógrafos, o si a partir de la especialidad aparecerán nuevas disciplinas científicas independientes, tal y como ya ha ocurrido en otras ocasiones a lo largo de la historia de la Geografía, o, incluso si nuestra especialidad dejará de existir tal y como se ha conocido hasta el momento.
Lo que debiera resultar evidente a ojos del lector es que es necesario hablar abiertamente de los cambios que se producen y comprender que la explosión geográfica, lejos de ser vista con recelo, ha de servir como un estímulo y un reto para todos los geógrafos.”
Los dejamos con un interesante y artículo de Ernest Ruiz algo extenso para este formato pero de obligada lectura, donde de manera sencilla se aborda un tema de discusión actual en todos los círculos geográficos del planeta.
saludos
REM
 
EL IMPACTO DE LAS TECNOLOGÍAS DE LA INFORMACIÓN GEOGRÁFICA EN LA CARTOGRAFÍA Y LA GEOGRAFÍA: REFLEXIONES SOBRE 20 AÑOS DE 
SISTEMAS DE INFORMACIÓN GEOGRÁFICA 
 
 
Ernest Ruiz Almar
ERNEST RUIZ ALMAR *

* Laboratorio de Cartografía y Sistemas de Información Geográfica. Departamento de Geografía Humana. Facultad de Geografía y Historia. Universidad de Barcelona.





SISTEMAS DE INFORMACIÓN GEOGRÁFICA, CARTOGRAFÍA Y GEOGRAFÍA
Las tecnologías de la información geográfica (TIG) han producido cambios radicales e irreversibles en la manera en que los geógrafos estudiamos el territorio. Las TIG, en concreto los Sistemas de Información Geográfica (SIG), han puesto a nuestro alcance una serie de procedimientos que nos permiten afrontar el análisis del territorio con una cantidad de recursos que sobrepasan cualquier expectativa que pudiéramos imaginar hace 20 años, cuando el uso de estas tecnologías empezó a extenderse en el ámbito de nuestra especialidad.
En sus inicios, la aplicación de los SIG en los estudios geográficos fue vista por una parte de la disciplina como poco más que una mera cuestión de pulsar unas cuantas teclas y se cuestionaba el porqué se les debía prestar más atención u otorgarles más protagonismo que a cualquier otra herramienta o técnica ya existente. Los geógrafos que trabajaban con los SIG a menudo eran vistos como expertos no intelectuales (Goodchild, 2006) que desperdiciaban su tiempo y sus esfuerzos aplicando sus conocimientos en las nuevas tecnologías de incierto futuro y por ello, hasta cierto punto, estaban deslegitimados para hacer ciencia geográfica.
A pesar de las resistencias mencionadas algunos de los geógrafos que tímidamente comenzaban a utilizar los SIG, percibían que aquellas herramientas que tenían entre manos podían llegar a producir cambios fundamentales en las mismas bases sobre las que se asentaban la Cartografía y la Geografía. Dichos expertos consideraban que los SIG podían dar el impulso necesario a estas especialidades que les permitiera afrontar el paso al siglo XXI con la fuerza suficiente para continuar trabajando en la consecución de sus objetivos básicos, es decir, la descripción, explicación y predicción de los fenómenos que se dan en la superficie terrestre, ahora con el único límite de la curiosidad y la imaginación del geógrafo.
Quizás más como la expresión de una voluntad o un deseo que de una certeza, el optimismo con el que se planteaba la evolución futura de los SIG, aparece como una idea recurrente si se revisa la bibliografía especializada de finales de los años 1980 y principios de los años 1990. Algunas de las tendencias que se apuntaban en estos textos como posibles vías de futuro, indicaban que el uso de los SIG podía suponer la aparición de “nuevos paradigmas de organización, acceso y gestión de la información geográfica”, “la creación de nuevas infraestructuras globales de datos geográficos, que transformaran la accesibilidad a estos datos, llevándolos a multitud de actividades, más allá de los niveles de alta especialización” e, incluso, “el asentamiento de la especialidad de la información geográfica” (Comas y Ruiz, 1993).
Pero la realidad es que el impacto de los SIG en la Cartografía y la Geografía ha ido más allá de lo que cualquier predicción podía augurar. Por un lado con los cambios profundos que ha provocado en las propias especialidades, llevándolas a un nuevo escenario que las impulsa y las reposiciona en los ámbitos científico, académico y profesional. Por otro, a un nivel más práctico, en la extensión y el uso generalizado de las herramientas de localización espacial fuera de los ámbitos mencionados, con una presencia global de todo aquello que tiene un componente geográfico. Ambas circunstancias configuran el nuevo paradigma geográfico, el paradigma geotecnológico (Buzai, 2004), que se va extendiendo más allá de la Geografía hacia otras disciplinas científicas.

LA TRANSICIÓN DIGITAL EN LA CARTOGRAFÍA Y LA GEOGRAFÍA.

El conocimiento de la distribución espacial y de las propiedades de los elementos que se encuentran en la superficie terrestre y de los fenómenos que en ella se producen, constituyen el objeto de estudio fundamental de la Cartografía y la Geografía y ha sido siempre considerado un elemento clave para que el ser humano pudiera desarrollar cualquiera de sus actividades en el territorio.
Tradicionalmente las labores que era necesario llevar a cabo para obtener este conocimiento suponían costosas operaciones manuales y principalmente, en Cartografía, la confección de mapas como contenedores estáticos de información geográfica. En este contexto, que se ha prolongado durante centenares de años, la especialidad cartográfica se centraba en enfatizar la localización y la descripción de los elementos del territorio y la función principal del mapa y el uso que se hacía de él, se limitaba a la representación e ilustración de datos que mostraban, por ejemplo, los resultados de ciertos procedimientos de análisis territorial. El mapa sólo podía responder a cuestiones territoriales tales como dónde estaba y qué era un determinado elemento, sin ir más allá, y acumulaba las limitaciones que le imponía el proceso de selección de información que realizaba el cartógrafo, la escala de representación escogida, la generalización necesaria para la representación y, finalmente el soporte sobre el cual iba a realizarse la representación cartográfica, especialmente en lo que se refiere a la cantidad de información que este podía recoger de manera inteligible. La incompatibilidad que existía entre la capacidad de almacenar tanta información geográfica como fuera posible y la transmisión de un mensaje comprensible significaba, de hecho, el bloqueo del mapa y la imposibilidad de utilizarlo más allá de las circunstancias descritas.
La aparición en escena de procesos automáticos para la confección de mapas, y en última instancia de los SIG, representa una verdadera revolución para la especialidad porqué supone liberar al mapa de estas limitaciones que, definitivamente, quedan superadas. En este nuevo contexto digital, a las finalidades tradicionales del mapa como vehículo de comunicación de información geográfica se le añaden las del mapa digital. Ahora, el objetivo del mapa y la Cartografía deja de ser la simple presentación de datos y se transforma en la verdadera representación del territorio en el ordenador, la construcción de un modelo geográfico digital, capaz de mostrar toda la riqueza y complejidad de nuestro entorno. En el nuevo escenario el  mapa puede responder a cuestiones territoriales muy elaboradas, por ejemplo por qué, y su nuevo rol se orienta hacia el análisis interpretando, caracterizando y comunicando complejas pautas de distribución espacial.
Con estas nuevas capacidades, el mapa y la Cartografía ven modificado el papel que hasta ese momento se les había asignado desde la Geografía y, respectivamente, pasan de ser un simple recurso gráfico y una técnica auxiliar al servicio de la disciplina a ser el eje central donde se desarrollan los procesos de análisis geográfico. Es el nuevo mapa, transformado en modelo del territorio gracias a los SIG, y la nueva Cartografía, como disciplina responsable de los mapas, los que permiten que los geógrafos puedan llevar a cabo en unas condiciones inmejorables y como nunca habían podido hacerlo antes, las tareas que les son propias. Así, la cartografía transciende su papel de simple lenguaje de la Geografía, como simple mecanismo de expresión y transita hacia un escenario en el cual, con la fuerza que le confiere la tecnología, se desdibuja la división tradicional entre ambas especialidades.

LOS ESTADIOS DE LA TRANSICIÓN DIGITAL

La transición desde la Cartografía entendida como una técnica al servicio de la Geografía y cuyo objetivo se ciñe a la representación del territorio, hasta la situación actual en la que se configura como la herramienta imprescindible que permite a la disciplina geográfica afrontar el análisis del espacio global, ha sido fruto de avances continuados y sostenidos a lo largo de los últimos cincuenta años.
Los inicios de esta transición pueden situarse a finales de los años 1950 cuando geógrafos como Waldo Tobler plantean la posibilidad de automatizar los procesos propios de la Cartografía mediante la utilización de los primeros ordenadores en las tareas cartográficas más habituales (Tobler, 1959). Los primeros trabajos orientados en esta línea se concretan en los años 1970, cuando se producen los significativos esfuerzos individuales de los pioneros, los cuales se enfocan a la transformación de los procedimientos cartográficos tradicionales hacia el nuevo entorno, es decir, a la conversión del mapa en soporte papel en un mapa digital que permita obtener productos con precisión y rapidez. El impacto más importante de la automatización es que esta actúa como liberadora de las potencialidades latentes que siempre había tenido el mapa y que habían quedado limitadas por la ausencia de las tecnologías adecuadas. Este cambio no sólo supone una simple adaptación de la Cartografía al nuevo entorno, sino que aporta una nueva manera de concebir la especialidad. Su objetivo principal se desplaza desde la simple confección del mapa, hacia el almacenamiento de información geográfica, a la que se puede acceder para elaborar tantas representaciones como visiones pueda haber del territorio, lo cual la acerca cada vez más a la idea del mapa-modelo territorial.
En este estadio, queda superada la incompatibilidad histórica entre la capacidad de almacenar datos y la posibilidad de transmitir el mensaje territorial de manera adecuada. Es ahora cuando empiezan a aparecer conceptos como el de mapa real, el mapa que se puede tocar, y el de mapa virtual, aquel que existe potencialmente en el sistema o se confecciona puntualmente para mostrar una visión determinada del territorio (Clarke, 1990). Más allá de estos cambios, en este momento se empiezan a establecer los conceptos fundamentales de los SIG que, con el transcurso de los años, dotaran al mapa de las capacidades que harán que tome el protagonismo que tiene en estos momentos y situaran a la Cartografía en el epicentro del análisis geográfico.
En los años 1980, el mapa evoluciona hacia el concepto de mapa inteligente, entendido como aquel que almacena la localización de los elementos del territorio, pero también sus datos descriptivos y sus relaciones con otros elementos geográficos: conceptualmente y prácticamente un SIG. El mapa se orienta hacia la gestión de datos espaciales y se constituye como un verdadero modelo territorial. Se fusionan los sistemas de Cartografía asistida y las bases de datos y entre las nuevas capacidades que incorporan estos sistemas están las de responder a consultas espaciales que, con el establecimiento de condiciones por parte del usuario, permiten identificar los elementos del territorio que las cumplen y los que no. En estos años se empiezan a detectar las primeras actividades comerciales alrededor de los SIG, los cuales hasta ese momento habían limitado sus ámbitos de desarrollo y aplicación a los entornos universitarios o de la administración. También se producen los primeros debates científicos sobre que procedimientos y estructuras de datos son las más adecuadas para representar los elementos del territorio y, lo qué es más importante, se comienza a trabajar decididamente para poder pasar de la simple localización de elementos territoriales en un mapa hacia el análisis de los fenómenos geográficos.
En la siguiente década, esta transición llega a su madurez. Los SIG se asientan y predomina su utilización en labores de prescripción frente a las de descripción. Se incorporan funciones avanzadas de análisis basadas en la superposición de capas, mecanismos para calcular distancias y áreas de influencia y, en general, los sistemas tienden hacia la replicación de los procesos manuales habituales del análisis espacial. En éste contexto el foco principal del mapa y la Cartografía evoluciona definitivamente desde el almacenamiento hacia el análisis y los procesos de toma de decisiones. Se empieza a advertir que esta transición tendrá repercusiones más allá de la Cartografía y que acabará influyendo en la propia especialidad geográfica e, incluso, en aquellas otras cuyo objeto de estudio también sea el territorio. Para designar esta situación de cambio en que Cartografía y Geografía están inmersas se empieza a introducir el concepto de ciencia de la información geográfica. Se la define como aquella especialidad que comprende, utiliza y potencia las capacidades de los SIG (Goodchild, 1992, 2006), es decir, la que utiliza los SIG como herramientas para comprender mejor el mundo (Clarke, 1997) y se señala que la misma incluso bien pudiera llegar a trascender a la propia Geografía.
En los primeros años del siglo XXI la transición digital llega a su punto culminante. Las herramientas especializadas en el tratamiento de la información geográfica se multiplican de una manera impensable sólo unas décadas atrás y pasan de ser de uso exclusivo de especialistas en el ámbito académico a estar disponibles para cualquier individuo. Las tecnologías geográficas se diversifican, se extiende su aplicación y el nombre de usuarios crece exponencialmente. Los SIG se orientan hacia los servicios en red, los estándares, la interoperabilidad y la integración de sistemas. El mapa, antiguo contenedor estático de datos, y la Cartografía, simple técnica auxiliar de la Geografía, pasan a jugar el papel protagonista que en ocasiones se les había negado y se abren al mundo, definitivamente, con todas sus capacidades como mecanismos imprescindibles para poder comprender el territorio.

LA GEOGRAFÍA EN EL NUEVO CONTEXTO GLOBAL: CONSECUENCIAS DEL IMPACTO DE LOS SISTEMAS DE INFORMACIÓN GEOGRÁFICA
Las tecnologías de la información geográfica juegan un papel determinante en la evolución que está siguiendo la Geografía ya que, en gran medida, son ellas las que favorecen la aparición de nuevas estructuras de conocimiento y nuevas vías de aproximación al saber geográfico.
Estas herramientas, sus procedimientos, sus métodos y conceptos y su capacidad casi infinita de tratar información geográfica, ofrecen a los geógrafos y a la Geografía la tan necesaria visión integradora del mundo que les rodea y les permiten hacer frente con las máximas garantías al estudio del complejo espacio geográfico global: hoy por hoy, los SIG son los mejores mecanismos con los que cuentan los geógrafos y la disciplina para poder llevar a cabo las tareas que les son propias.
La existencia de los SIG supone, también, que el papel de la Geografía en el contexto científico se revalorice y viva un importante renacimiento, de auténtica explosión geográfica, porqué ahora la especialidad es capaz de exportar hacia otras disciplinas la visión territorial que siempre la ha caracterizado, reforzada por la existencia de unos medios tecnológicos que le dan el impulso definitivo.
Este contexto de divergencia o explosión geográfica interdisciplinaria (Buzai, 2007) es más fácil de comprender si se tienen en cuenta dos circunstancias fundamentales que actúan paralelamente e influyen de una manera muy importante en la Geografía. Por un lado el fenómeno de la globalización y, por otro, la aparición de les grandes redes de ordenadores, en especial de internet.
Una de les consecuencias más paradójicas de los procesos de globalización es que estos han empequeñecido el mundo hasta el punto que los conceptos de espacio y tiempo han experimentado cambios absolutamente radicales. La concepción tradicional de un espacio lejano, desconocido e inabarcable y de un tiempo cronológicamente secuencial queda superada en el contexto global. El espacio global se vuelve cercano, conocido y se puede abarcar y el tiempo global se hace extraordinariamente corto, todo es prácticamente inmediato.
Estas transformaciones globales de carácter conceptual se han visto acentuadas con los efectos causados por la globalización tecnológica que llega hasta nosotros en la forma de las grandes redes mundiales, que ponen en contacto a los habitantes del planeta, ahora espacio abarcable, al instante, en el tiempo inmediato.

La profundidad y alcance de estos cambios llegan al punto de sacudir profundamente la visión que se tenía del mundo hasta ese momento y hacen que sea necesario situarse en el nuevo contexto, provistos de todos los mecanismos a nuestro alcance que nos permitan comprender y afrontar los retos que de ellos se derivan. Cualquier disciplina debe ser capaz de asumir con garantías los nuevos escenarios y la Geografía, como especialidad del territorio, no ha de quedar en absoluto al margen, sino todo lo contrario, ha de tener un papel protagonista. Si se tiene en cuenta que es precisamente el espacio que cambia a lo largo del tiempo su objeto de estudio, se convendrá que el nuevo contexto científico representa un desafío motivador para la especialidad.
Así pues, los geógrafos han de ser capaces de comprender las nuevas formas que toman el espacio y el tiempo y actuar en dos líneas. Primero, adaptando los mecanismos tradicionales de análisis a la nueva situación y, segundo, trasladando a las otras especialidades la nueva visión del mundo que resulta de estos cambios.
En el primero de los retos que se plantean, los SIG juegan un papel fundamental porque, como ya hemos dicho con anterioridad, son los nuevos ojos de la Geografía, los que le permiten ver el territorio tal como es hoy en día. Es muy difícil que sin la existencia de estas herramientas, de sus conceptos y de sus procedimientos, se pueda analizar y comprender nuestro entorno con la precisión, fiabilidad y rapidez que es necesario. Si se pretende que la especialidad geográfica continúe teniendo el papel protagonista en el estudio del territorio que ha mantenido hasta ahora, es condición necesaria que, definitivamente, se asuma el papel central que juegan las TIG y se comprenda que comportan un verdadero cambio conceptual que conduce hacia un nuevo paradigma geotecnológico en Geografía (Buzai, 2004).
Una vez que la Geografía internalice los métodos y procedimientos geotecnológicos y los incluya en sus flujos de trabajo, es necesario, y probablemente natural, que los exporte hacia otras especialidades con el objetivo de que éstas incorporen la nueva visión espacial en sus procedimientos de análisis. Es un proceso que se puede imaginar como un centrifugado desde el núcleo geográfico hacia fuera y que comporta un proceso de divergencia o de explosión geográfica que conduce hacia una Geografía Global (Buzai, 2004).
El proceso de transición digital que ha vivido la Geografía en los últimos cincuenta años ha situado la especialidad en una situación inmejorable en el contexto científico actual. Con importantes esfuerzos y sobreponiéndose a resistencias en la propia disciplina, la ciencia geográfica ha sabido evolucionar y adaptarse, incorporando a sus labores habituales los nuevos procedimientos para tratar la información geográfica. Estos procedimientos le permiten afrontar el estudio del territorio con suficientes garantías, aspirar a jugar un papel protagonista de primer nivel entre las otras especialidades enfocadas al análisis del territorio y observar su futuro con un relativo optimismo.

NEOGEOGRAFÍA: GEOGRAFÍA MÁS ALLÁ DE LA ESPECIALIDAD

Todos los cambios que hasta ahora se han descrito, y que se han producido en las especialidades cartográfica y geográfica a raíz de los procesos de globalización, de la aparición de les redes telemáticas mundiales y la existencia de nuevas herramientas para el geoprocesamiento de datos, tienen otra característica que los hace aún más singulares. Dicha singularidad está relacionada con los procesos de expansión metodológica y de procedimientos que se producen desde la Geografía hacia otras especialidades y que, en los últimos tiempos, van incluso más allá de los habituales ámbitos científicos o académicos.

Nos estamos refiriendo a la extensión masiva de la visión geográfica hacia la sociedad, en una corriente que últimamente se ha comenzado a denominar Neogeografía (Turner, 2006) y que se produce como consecuencia de la aparición de nuevas herramientas de geoexploración y de la disponibilidad de grandes volúmenes de datos geográficos que están al alcance de cualquier individuo en la red de Internet.
En los últimos tres o cuatro años el aumento del número de este tipo de herramientas y del volumen de información geográfica, ha sido de una dimensión absolutamente inesperada y nunca antes vista. En estos momentos cualquier individuo no experto, que disponga de una conexión a Internet, puede acceder a este tipo de programas y a una cantidad de datos sobre el territorio que hasta hace poco sólo estaban al alcance de los profesionales que se trabajaban con los SIG u otras tecnologías de la información geográfica. Pero los nuevos usuarios no se limitan únicamente a usar las tecnologías y la información, sino que incluso llegan a actuar como proveedores voluntarios de datos espaciales, complementando con sus aportaciones aquellas que realizan los profesionales de la Geografía (Goodchild, 2007).
Esta situación de acercamiento de la sociedad hacia la Geografía puede denominarse como de convergencia geográfica: desde fuera de la especialidad hacia la misma y sus métodos, y es complementaria a la de divergencia expuesta con anterioridad en este artículo. Lo verdaderamente significativo de ambos procesos, divergencia y convergencia, es que con ellos estamos transitando desde la tradicional organización jerárquica del saber geográfico, homogéneo por definición y que emanaba desde el entorno académico hacia la sociedad, a una organización heterogénea y horizontal del conocimiento territorial, en la que cualquier individuo puede tener un papel protagonista.
El panorama que se deriva de esta situación hace que aparezcan en el seno de la comunidad geográfica una serie de interrogantes que surgen inmediatamente cuando se observa lo que acontece y que van desde cuestionar la conveniencia de la situación en sí misma, a inquirir si aquello que están haciendo los no expertos es o no es Geografía.
Primeramente, es necesario constatar el hecho que la situación actual comporta un cambio muy importante para la Geografía, porqué se ha conseguido un hito que la propia especialidad no había conseguido en toda su existencia: llevar la visión territorial a cualquier lugar, una verdadera Geografía global al extremo.
En cuanto a si los nuevos usuarios hacen o no Geografía, quizás aún sea demasiado pronto para afirmarlo. En primer lugar, si nos referimos a sus aptitudes es innegable que ahora estas son limitadas. Recién llegados al mundo de la Geografía, se encuentran rodeados por una serie de conceptos territoriales que muy posiblemente quedan fuera del alcance de sus conocimientos. Pero es probable que con el transcurso del tiempo los no expertos aumenten su inteligencia espacial, al encontrarse inmersos en éste contexto geográfico global, de manera que puedan aproximar sus habilidades a las de los especialistas geógrafos.
En segundo lugar, si observamos las aplicaciones de geoexploración disponibles en la red que empiezan a utilizar estos no expertos, vemos que en este momento aún es posible distinguir entre tales herramientas de los SIG propiamente dichos. La diferencia fundamental entre ambos tipos de sistemas estriba en que los geoexploradores, que facilitan el acceso a los datos territoriales, aún no permiten generar información que lleve al conocimiento geográfico, lo cual les distancia mucho de los SIG. Esta situación es comparable a la que mencionábamos con anterioridad en este artículo, cuando nos referíamos a las fases de la transición digital en Cartografía e identificábamos un periodo en el cual dicha especialidad sólo podía responder a cuestiones territoriales básicas del tipo dónde y qué: los geoexploradores en este momento están en esta fase. Del mismo modo que sucedió con la especialidad cartográfica, éste escenario puede cambiar fácilmente con el transcurso del tiempo y es probable que en un futuro no demasiado lejano los geoexploradores lleguen a proporcionar a los usuarios los mecanismos necesarios para que puedan enfrentarse sin problemas a los por qué del análisis geográfico, en un proceso que quizás llevará a la convergencia de ambas herramientas (Wyngaarden y Waters, 2007).
Si esta convergencia es efectiva y, por un lado, los usuarios mejoran sus capacidades geográficas y, por otro, las herramientas de geoexploración aumentan su funcionalidad hasta equipararse a las de un SIG, de manera que ofrezcan la posibilidad de llevar a cabo complejos procesos de análisis geográfico, ¿la consecuencia será que cualquiera que las utilice estará actuando como un geógrafo y por lo tanto estará haciendo Geografía? Responder afirmativamente a esta pregunta resulta quizás demasiado atrevido pero no se debe perder de vista que esta situación llegará tarde o temprano y que es necesario ser consciente de ello.
Ante esta disyuntiva la disciplina y los propios geógrafos tienen dos alternativas. Bien pueden optar por tomar una postura refractaria al nuevo escenario bloqueando el acceso al conocimiento geográfico a los nuevos usuarios, lo cual, por cierto, se antoja muy complicado si se atiende a la ya mencionada horizontalidad que está tomando el acceso al saber en el mundo global. Bien pueden apostar por jugar un papel clave ante el mismo, buscando el consenso social en el uso de los SIG, ofreciendo a los nuevos usuarios sus habilidades de análisis territorial de manera que con ellas consigan mejorar su competencia geográfica.
Esta elección bien pudiera llegar a ser clave para el futuro de la disciplina, pues de ella podría depender que evitásemos, o no, pasar de la era de la información espacial que ahora iniciamos a la era del naufragio del conocimiento geográfico. Uno de los retos más importantes a los que se enfrenta el geógrafo es, precisamente, asegurar que todo el conocimiento obtenido a lo largo de los siglos de práctica geográfica no se diluye en el contexto geotecnológico, sino que se hace verdaderamente visible a través de los nuevos métodos y llega con la intensidad debida hasta los nuevos usuarios.
La Geografía continúa teniendo un papel clave en este contexto y, con toda probabilidad, es la especialidad científica mejor posicionada para dotar a todos los usuarios de las nuevas tecnologías geográficas del cuerpo metodológico que les permita avanzar hacia el conocimiento espacial con todas las garantías.

CONSIDERACIONES FINALES

Los cambios que las tecnologías de la información geográfica, especialmente los SIG han tenido, están teniendo y tendrán en la Cartografía y en la Geografía hacen necesario una reflexión como la que se ha planteado en los apartados anteriores.
Quizás el alcance de estos cambios no se pueda apreciar de manera suficientemente clara, porqué estamos siendo protagonistas de ellos y los vivimos desde dentro y, por lo tanto, en lugar de reconocer que suponen un cambio extraordinario de profundas repercusiones, los asumimos con total naturalidad a medida que van produciéndose. El hecho es que los SIG están teniendo una influencia importantísima en la Geografía porqué le permiten ver más y mejor, le proporcionan la nueva visión que es necesaria tener para poder comprender la complejidad del territorio global. En un futuro el impacto de las TIG, a través de les nuevas herramientas de geoexploración, aún será más grande porque extenderá la visión territorial de la Geografía hacia otros ámbitos que hasta ahora la han ignorado, llevándonos a la Geografía Global.
Quizás la misma parte de la disciplina que en un inicio sostuvo que el uso de las TIG era poco más que una moda pasajera, pueda argumentar que es inconcebible que unas simples herramientas sean capaces de sustentar toda una disciplina. Si bien esta apreciación puede ser cierta, no es menos cierto que en estos momentos es imposible entender la Geografía sin las TIG, porque estas tecnologías son mucho más que simples herramientas tal y como se ha expuesto a lo largo de este artículo. Lo más razonable sería buscar el punto de equilibrio entre todas las visiones que existen acerca de la esencia de la disciplina geográfica y reconocer que  lo verdaderamente significativo no es defender o intentar imponer un pensamiento geográfico único, sino ser capaces de integrar las distintas visiones en una que no sea excluyente.
Quizás el marco científico en el que hasta ahora se ha movido la Geografía ha quedado demasiado estrecho y ha dejado de ser válido y, por ello, debamos enfocar nuestro objetivo como especialidad hacia una nueva visión transdisciplinaria, que pueda adaptarse a las nuevas relaciones que resultan de las intersecciones de conocimientos, corrientes y criterios científicos múltiples y que las nuevas tecnologías, actuando como catalizadores, han hecho aflorar.
La situación actual y la que se adivina lleva, incluso, a cuestionar si el futuro de la Geografía está fuera de las manos de los geógrafos, o si a partir de la especialidad aparecerán nuevas disciplinas científicas independientes, tal y como ya ha ocurrido en otras ocasiones a lo largo de la historia de la Geografía, o, incluso si nuestra especialidad dejará de existir tal y como se ha conocido hasta el momento.
Lo que debiera resultar evidente a ojos del lector es que es necesario hablar abiertamente de los cambios que se producen y comprender que la explosión geográfica, lejos de ser vista con recelo, ha de servir como un estímulo y un reto para todos los geógrafos.