Uno de los temas de mayor impacto en la
geografía actual, es el papel que juegan las Tecnologías de la Información Geográfica,
no solo en la labor del geógrafo sino en el posible paradigma que las mismas
pudieran estar causando en nuestra disciplina.
Cada día más, extensa publicaciones intentan explicar
y darle cabida a esta renovación tecnológica que está causando un profundo
impacto no solo en la manera de ver la geografía sino también en lo que se ha
denominado la inserción de aspectos geográficos en disciplinas y procesos antes
insospechados.
Tal como
no los explica Ernest Ruiz, geógrafo de la Universidad de Bracelona y coautor
de uno de los primero libros sobre SIG aparecido en lengua castellana “La situación actual y la que se adivina
lleva, incluso, a cuestionar si el futuro de la Geografía está fuera de las
manos de los geógrafos, o si a partir de la especialidad aparecerán nuevas
disciplinas científicas independientes, tal y como ya ha ocurrido en otras
ocasiones a lo largo de la historia de la Geografía, o, incluso si nuestra
especialidad dejará de existir tal y como se ha conocido hasta el momento.
Lo que debiera
resultar evidente a ojos del lector es que es necesario hablar abiertamente de
los cambios que se producen y comprender que la explosión geográfica, lejos de
ser vista con recelo, ha de servir como un estímulo y un reto para todos los
geógrafos.”
Los dejamos con un interesante y artículo de
Ernest Ruiz algo extenso para este formato pero de obligada lectura, donde de manera sencilla se aborda un tema de discusión actual en
todos los círculos geográficos del planeta.
saludos
REM
EL IMPACTO DE LAS TECNOLOGÍAS DE LA INFORMACIÓN GEOGRÁFICA EN LA CARTOGRAFÍA Y LA GEOGRAFÍA: REFLEXIONES SOBRE 20 AÑOS DE
SISTEMAS DE INFORMACIÓN GEOGRÁFICA
ERNEST RUIZ ALMAR *
* Laboratorio
de Cartografía y Sistemas de Información Geográfica. Departamento de Geografía
Humana. Facultad de Geografía y Historia. Universidad de Barcelona.
SISTEMAS DE INFORMACIÓN GEOGRÁFICA, CARTOGRAFÍA Y GEOGRAFÍA
Las tecnologías de la información geográfica
(TIG) han producido cambios radicales e irreversibles en la manera en que los
geógrafos estudiamos el territorio. Las TIG, en concreto los Sistemas de
Información Geográfica (SIG), han puesto a nuestro alcance una serie de
procedimientos que nos permiten afrontar el análisis del territorio con una
cantidad de recursos que sobrepasan cualquier expectativa que pudiéramos
imaginar hace 20 años, cuando el uso de estas tecnologías empezó a extenderse
en el ámbito de nuestra especialidad.
En sus inicios, la aplicación de los SIG en los
estudios geográficos fue vista por una parte de la disciplina como poco más que
una mera cuestión de pulsar unas cuantas teclas y se cuestionaba el porqué se
les debía prestar más atención u otorgarles más protagonismo que a cualquier
otra herramienta o técnica ya existente. Los geógrafos que trabajaban con los
SIG a menudo eran vistos como expertos no intelectuales (Goodchild, 2006) que
desperdiciaban su tiempo y sus esfuerzos aplicando sus conocimientos en las
nuevas tecnologías de incierto futuro y por ello, hasta cierto punto, estaban
deslegitimados para hacer ciencia geográfica.
A pesar de las resistencias mencionadas algunos
de los geógrafos que tímidamente comenzaban a utilizar los SIG, percibían que
aquellas herramientas que tenían entre manos podían llegar a producir cambios
fundamentales en las mismas bases sobre las que se asentaban la Cartografía y
la Geografía. Dichos expertos consideraban que los SIG podían dar el impulso
necesario a estas especialidades que les permitiera afrontar el paso al siglo
XXI con la fuerza suficiente para continuar trabajando en la consecución de sus
objetivos básicos, es decir, la descripción, explicación y predicción de los
fenómenos que se dan en la superficie terrestre, ahora con el único límite de
la curiosidad y la imaginación del geógrafo.
Quizás más como la expresión de una voluntad o
un deseo que de una certeza, el optimismo con el que se planteaba la evolución
futura de los SIG, aparece como una idea recurrente si se revisa la
bibliografía especializada de finales de los años 1980 y principios de los años
1990. Algunas de las tendencias que se apuntaban en estos textos como posibles
vías de futuro, indicaban que el uso de los SIG podía suponer la aparición de
“nuevos paradigmas de organización, acceso y gestión de la información
geográfica”, “la creación de nuevas infraestructuras globales de datos
geográficos, que transformaran la accesibilidad a estos datos, llevándolos a
multitud de actividades, más allá de los niveles de alta especialización” e,
incluso, “el asentamiento de la especialidad de la información geográfica”
(Comas y Ruiz, 1993).
Pero la realidad es que el impacto de los SIG
en la Cartografía y la Geografía ha ido más allá de lo que cualquier predicción
podía augurar. Por un lado con los cambios profundos que ha provocado en las
propias especialidades, llevándolas a un nuevo escenario que las impulsa y las
reposiciona en los ámbitos científico, académico y profesional. Por otro, a un
nivel más práctico, en la extensión y el uso generalizado de las herramientas
de localización espacial fuera de los ámbitos mencionados, con una presencia
global de todo aquello que tiene un componente geográfico. Ambas circunstancias
configuran el nuevo paradigma geográfico, el paradigma geotecnológico (Buzai,
2004), que se va extendiendo más allá de la Geografía hacia otras disciplinas
científicas.
LA
TRANSICIÓN DIGITAL EN LA CARTOGRAFÍA Y LA GEOGRAFÍA.
El conocimiento de la distribución espacial y
de las propiedades de los elementos que se encuentran en la superficie
terrestre y de los fenómenos que en ella se producen, constituyen el objeto de
estudio fundamental de la Cartografía y la Geografía y ha sido siempre considerado
un elemento clave para que el ser humano pudiera desarrollar cualquiera de sus
actividades en el territorio.
Tradicionalmente las labores que era necesario
llevar a cabo para obtener este conocimiento suponían costosas operaciones
manuales y principalmente, en Cartografía, la confección de mapas como
contenedores estáticos de información geográfica. En este contexto, que se ha
prolongado durante centenares de años, la especialidad cartográfica se centraba
en enfatizar la localización y la descripción de los elementos del territorio y
la función principal del mapa y el uso que se hacía de él, se limitaba a la
representación e ilustración de datos que mostraban, por ejemplo, los
resultados de ciertos procedimientos de análisis territorial. El mapa sólo podía
responder a cuestiones territoriales tales como dónde estaba y qué era un
determinado elemento, sin ir más allá, y acumulaba las limitaciones que le
imponía el proceso de selección de información que realizaba el cartógrafo, la
escala de representación escogida, la generalización necesaria para la
representación y, finalmente el soporte sobre el cual iba a realizarse la
representación cartográfica, especialmente en lo que se refiere a la cantidad
de información que este podía recoger de manera inteligible. La
incompatibilidad que existía entre la capacidad de almacenar tanta información
geográfica como fuera posible y la transmisión de un mensaje comprensible
significaba, de hecho, el bloqueo del mapa y la imposibilidad de utilizarlo más
allá de las circunstancias descritas.
La aparición en escena de procesos automáticos
para la confección de mapas, y en última instancia de los SIG, representa una
verdadera revolución para la especialidad porqué supone liberar al mapa de
estas limitaciones que, definitivamente, quedan superadas. En este nuevo
contexto digital, a las finalidades tradicionales del mapa como vehículo de
comunicación de información geográfica se le añaden las del mapa digital.
Ahora, el objetivo del mapa y la Cartografía deja de ser la simple presentación
de datos y se transforma en la verdadera representación del territorio en el
ordenador, la construcción de un modelo geográfico digital, capaz de mostrar
toda la riqueza y complejidad de nuestro entorno. En el nuevo escenario el mapa puede responder a cuestiones
territoriales muy elaboradas, por ejemplo por qué, y su nuevo rol se orienta
hacia el análisis interpretando, caracterizando y comunicando complejas pautas
de distribución espacial.
Con estas nuevas capacidades, el mapa y la
Cartografía ven modificado el papel que hasta ese momento se les había asignado
desde la Geografía y, respectivamente, pasan de ser un simple recurso gráfico y
una técnica auxiliar al servicio de la disciplina a ser el eje central donde se
desarrollan los procesos de análisis geográfico. Es el nuevo mapa, transformado
en modelo del territorio gracias a los SIG, y la nueva Cartografía, como
disciplina responsable de los mapas, los que permiten que los geógrafos puedan
llevar a cabo en unas condiciones inmejorables y como nunca habían podido
hacerlo antes, las tareas que les son propias. Así, la cartografía transciende
su papel de simple lenguaje de la Geografía, como simple mecanismo de expresión
y transita hacia un escenario en el cual, con la fuerza que le confiere la
tecnología, se desdibuja la división tradicional entre ambas especialidades.
LOS
ESTADIOS DE LA TRANSICIÓN DIGITAL
La transición desde la Cartografía entendida
como una técnica al servicio de la Geografía y cuyo objetivo se ciñe a la
representación del territorio, hasta la situación actual en la que se configura
como la herramienta imprescindible que permite a la disciplina geográfica
afrontar el análisis del espacio global, ha sido fruto de avances continuados y
sostenidos a lo largo de los últimos cincuenta años.
Los inicios de esta transición pueden situarse
a finales de los años 1950 cuando geógrafos como Waldo Tobler plantean la
posibilidad de automatizar los procesos propios de la Cartografía mediante la
utilización de los primeros ordenadores en las tareas cartográficas más
habituales (Tobler, 1959). Los primeros trabajos orientados en esta línea se
concretan en los años 1970, cuando se producen los significativos esfuerzos
individuales de los pioneros, los cuales se enfocan a la transformación de los
procedimientos cartográficos tradicionales hacia el nuevo entorno, es decir, a
la conversión del mapa en soporte papel en un mapa digital que permita obtener
productos con precisión y rapidez. El impacto más importante de la
automatización es que esta actúa como liberadora de las potencialidades
latentes que siempre había tenido el mapa y que habían quedado limitadas por la
ausencia de las tecnologías adecuadas. Este cambio no sólo supone una simple
adaptación de la Cartografía al nuevo entorno, sino que aporta una nueva manera
de concebir la especialidad. Su objetivo principal se desplaza desde la simple
confección del mapa, hacia el almacenamiento de información geográfica, a la
que se puede acceder para elaborar tantas representaciones como visiones pueda
haber del territorio, lo cual la acerca cada vez más a la idea del mapa-modelo
territorial.
En este estadio, queda superada la
incompatibilidad histórica entre la capacidad de almacenar datos y la
posibilidad de transmitir el mensaje territorial de manera adecuada. Es ahora
cuando empiezan a aparecer conceptos como el de mapa real, el mapa que se puede
tocar, y el de mapa virtual, aquel que existe potencialmente en el sistema o se
confecciona puntualmente para mostrar una visión determinada del territorio
(Clarke, 1990). Más allá de estos cambios, en este momento se empiezan a
establecer los conceptos fundamentales de los SIG que, con el transcurso de los
años, dotaran al mapa de las capacidades que harán que tome el protagonismo que
tiene en estos momentos y situaran a la Cartografía en el epicentro del
análisis geográfico.
En los años 1980, el mapa evoluciona hacia el
concepto de mapa inteligente, entendido como aquel que almacena la localización
de los elementos del territorio, pero también sus datos descriptivos y sus
relaciones con otros elementos geográficos: conceptualmente y prácticamente un
SIG. El mapa se orienta hacia la gestión de datos espaciales y se constituye
como un verdadero modelo territorial. Se fusionan los sistemas de Cartografía
asistida y las bases de datos y entre las nuevas capacidades que incorporan
estos sistemas están las de responder a consultas espaciales que, con el
establecimiento de condiciones por parte del usuario, permiten identificar los
elementos del territorio que las cumplen y los que no. En estos años se
empiezan a detectar las primeras actividades comerciales alrededor de los SIG,
los cuales hasta ese momento habían limitado sus ámbitos de desarrollo y
aplicación a los entornos universitarios o de la administración. También se
producen los primeros debates científicos sobre que procedimientos y
estructuras de datos son las más adecuadas para representar los elementos del
territorio y, lo qué es más importante, se comienza a trabajar decididamente
para poder pasar de la simple localización de elementos territoriales en un
mapa hacia el análisis de los fenómenos geográficos.
En la siguiente década, esta transición llega a
su madurez. Los SIG se asientan y predomina su utilización en labores de
prescripción frente a las de descripción. Se incorporan funciones avanzadas de
análisis basadas en la superposición de capas, mecanismos para calcular
distancias y áreas de influencia y, en general, los sistemas tienden hacia la
replicación de los procesos manuales habituales del análisis espacial. En éste
contexto el foco principal del mapa y la Cartografía evoluciona definitivamente
desde el almacenamiento hacia el análisis y los procesos de toma de decisiones.
Se empieza a advertir que esta transición tendrá repercusiones más allá de la
Cartografía y que acabará influyendo en la propia especialidad geográfica e,
incluso, en aquellas otras cuyo objeto de estudio también sea el territorio.
Para designar esta situación de cambio en que Cartografía y Geografía están inmersas
se empieza a introducir el concepto de ciencia de la información geográfica. Se
la define como aquella especialidad que comprende, utiliza y potencia las
capacidades de los SIG (Goodchild, 1992, 2006), es decir, la que utiliza los
SIG como herramientas para comprender mejor el mundo (Clarke, 1997) y se señala
que la misma incluso bien pudiera llegar a trascender a la propia Geografía.
En los primeros años del siglo XXI la
transición digital llega a su punto culminante. Las herramientas especializadas
en el tratamiento de la información geográfica se multiplican de una manera
impensable sólo unas décadas atrás y pasan de ser de uso exclusivo de
especialistas en el ámbito académico a estar disponibles para cualquier
individuo. Las tecnologías geográficas se diversifican, se extiende su
aplicación y el nombre de usuarios crece exponencialmente. Los SIG se orientan
hacia los servicios en red, los estándares, la interoperabilidad y la
integración de sistemas. El mapa, antiguo contenedor estático de datos, y la
Cartografía, simple técnica auxiliar de la Geografía, pasan a jugar el papel
protagonista que en ocasiones se les había negado y se abren al mundo,
definitivamente, con todas sus capacidades como mecanismos imprescindibles para
poder comprender el territorio.
LA GEOGRAFÍA
EN EL NUEVO CONTEXTO GLOBAL: CONSECUENCIAS DEL IMPACTO DE LOS SISTEMAS DE INFORMACIÓN
GEOGRÁFICA
Las
tecnologías de la información geográfica juegan un papel determinante en la
evolución que está siguiendo la Geografía ya que, en gran medida, son ellas las
que favorecen la aparición de nuevas estructuras de conocimiento y nuevas vías
de aproximación al saber geográfico.
Estas herramientas, sus procedimientos, sus
métodos y conceptos y su capacidad casi infinita de tratar información
geográfica, ofrecen a los geógrafos y a la Geografía la tan necesaria visión
integradora del mundo que les rodea y les permiten hacer frente con las máximas
garantías al estudio del complejo espacio geográfico global: hoy por hoy, los
SIG son los mejores mecanismos con los que cuentan los geógrafos y la
disciplina para poder llevar a cabo las tareas que les son propias.
La existencia de los SIG supone, también, que
el papel de la Geografía en el contexto científico se revalorice y viva un
importante renacimiento, de auténtica explosión geográfica, porqué ahora la
especialidad es capaz de exportar hacia otras disciplinas la visión territorial
que siempre la ha caracterizado, reforzada por la existencia de unos medios
tecnológicos que le dan el impulso definitivo.
Este contexto de divergencia o explosión
geográfica interdisciplinaria (Buzai, 2007) es más fácil de comprender si se
tienen en cuenta dos circunstancias fundamentales que actúan paralelamente e
influyen de una manera muy importante en la Geografía. Por un lado el fenómeno
de la globalización y, por otro, la aparición de les grandes redes de
ordenadores, en especial de internet.
Una de les consecuencias más paradójicas de los
procesos de globalización es que estos han empequeñecido el mundo hasta el
punto que los conceptos de espacio y tiempo han experimentado cambios
absolutamente radicales. La concepción tradicional de un espacio lejano,
desconocido e inabarcable y de un tiempo cronológicamente secuencial queda
superada en el contexto global. El espacio global se vuelve cercano, conocido y
se puede abarcar y el tiempo global se hace extraordinariamente corto, todo es
prácticamente inmediato.
Estas transformaciones globales de carácter
conceptual se han visto acentuadas con los efectos causados por la
globalización tecnológica que llega hasta nosotros en la forma de las grandes
redes mundiales, que ponen en contacto a los habitantes del planeta, ahora
espacio abarcable, al instante, en el tiempo inmediato.
La profundidad y alcance de estos cambios llegan
al punto de sacudir profundamente la visión que se tenía del mundo hasta ese
momento y hacen que sea necesario situarse en el nuevo contexto, provistos de
todos los mecanismos a nuestro alcance que nos permitan comprender y afrontar
los retos que de ellos se derivan. Cualquier disciplina debe ser capaz de
asumir con garantías los nuevos escenarios y la Geografía, como especialidad
del territorio, no ha de quedar en absoluto al margen, sino todo lo contrario,
ha de tener un papel protagonista. Si se tiene en cuenta que es precisamente el
espacio que cambia a lo largo del tiempo su objeto de estudio, se convendrá que
el nuevo contexto científico representa un desafío motivador para la
especialidad.
Así pues, los geógrafos han de ser capaces de
comprender las nuevas formas que toman el espacio y el tiempo y actuar en dos
líneas. Primero, adaptando los mecanismos tradicionales de análisis a la nueva
situación y, segundo, trasladando a las otras especialidades la nueva visión
del mundo que resulta de estos cambios.
En el primero de los retos que se plantean, los
SIG juegan un papel fundamental porque, como ya hemos dicho con anterioridad,
son los nuevos ojos de la Geografía, los que le permiten ver el territorio tal
como es hoy en día. Es muy difícil que sin la existencia de estas herramientas,
de sus conceptos y de sus procedimientos, se pueda analizar y comprender
nuestro entorno con la precisión, fiabilidad y rapidez que es necesario. Si se
pretende que la especialidad geográfica continúe teniendo el papel protagonista
en el estudio del territorio que ha mantenido hasta ahora, es condición
necesaria que, definitivamente, se asuma el papel central que juegan las TIG y
se comprenda que comportan un verdadero cambio conceptual que conduce hacia un
nuevo paradigma geotecnológico en Geografía (Buzai, 2004).
Una vez que la Geografía internalice los
métodos y procedimientos geotecnológicos y los incluya en sus flujos de
trabajo, es necesario, y probablemente natural, que los exporte hacia otras
especialidades con el objetivo de que éstas incorporen la nueva visión espacial
en sus procedimientos de análisis. Es un proceso que se puede imaginar como un
centrifugado desde el núcleo geográfico hacia fuera y que comporta un proceso
de divergencia o de explosión geográfica que conduce hacia una Geografía Global
(Buzai, 2004).
El proceso de transición digital que ha vivido
la Geografía en los últimos cincuenta años ha situado la especialidad en una
situación inmejorable en el contexto científico actual. Con importantes esfuerzos
y sobreponiéndose a resistencias en la propia disciplina, la ciencia geográfica
ha sabido evolucionar y adaptarse, incorporando a sus labores habituales los
nuevos procedimientos para tratar la información geográfica. Estos
procedimientos le permiten afrontar el estudio del territorio con suficientes
garantías, aspirar a jugar un papel protagonista de primer nivel entre las
otras especialidades enfocadas al análisis del territorio y observar su futuro
con un relativo optimismo.
NEOGEOGRAFÍA:
GEOGRAFÍA MÁS ALLÁ DE LA ESPECIALIDAD
Todos los cambios que hasta ahora se han
descrito, y que se han producido en las especialidades cartográfica y
geográfica a raíz de los procesos de globalización, de la aparición de les
redes telemáticas mundiales y la existencia de nuevas herramientas para el
geoprocesamiento de datos, tienen otra característica que los hace aún más
singulares. Dicha singularidad está relacionada con los procesos de expansión
metodológica y de procedimientos que se producen desde la Geografía hacia otras
especialidades y que, en los últimos tiempos, van incluso más allá de los
habituales ámbitos científicos o académicos.
Nos estamos refiriendo a la extensión masiva de
la visión geográfica hacia la sociedad, en una corriente que últimamente se ha
comenzado a denominar Neogeografía (Turner, 2006) y que se produce como
consecuencia de la aparición de nuevas herramientas de geoexploración y de la
disponibilidad de grandes volúmenes de datos geográficos que están al alcance
de cualquier individuo en la red de Internet.
En los últimos tres o cuatro años el aumento
del número de este tipo de herramientas y del volumen de información
geográfica, ha sido de una dimensión absolutamente inesperada y nunca antes
vista. En estos momentos cualquier individuo no experto, que disponga de una
conexión a Internet, puede acceder a este tipo de programas y a una cantidad de
datos sobre el territorio que hasta hace poco sólo estaban al alcance de los
profesionales que se trabajaban con los SIG u otras tecnologías de la
información geográfica. Pero los nuevos usuarios no se limitan únicamente a
usar las tecnologías y la información, sino que incluso llegan a actuar como
proveedores voluntarios de datos espaciales, complementando con sus
aportaciones aquellas que realizan los profesionales de la Geografía
(Goodchild, 2007).
Esta situación de acercamiento de la sociedad
hacia la Geografía puede denominarse como de convergencia geográfica: desde
fuera de la especialidad hacia la misma y sus métodos, y es complementaria a la
de divergencia expuesta con anterioridad en este artículo. Lo verdaderamente
significativo de ambos procesos, divergencia y convergencia, es que con ellos
estamos transitando desde la tradicional organización jerárquica del saber
geográfico, homogéneo por definición y que emanaba desde el entorno académico
hacia la sociedad, a una organización heterogénea y horizontal del conocimiento
territorial, en la que cualquier individuo puede tener un papel protagonista.
El panorama que se deriva de esta situación
hace que aparezcan en el seno de la comunidad geográfica una serie de
interrogantes que surgen inmediatamente cuando se observa lo que acontece y que
van desde cuestionar la conveniencia de la situación en sí misma, a inquirir si
aquello que están haciendo los no expertos es o no es Geografía.
Primeramente, es necesario constatar el hecho
que la situación actual comporta un cambio muy importante para la Geografía,
porqué se ha conseguido un hito que la propia especialidad no había conseguido
en toda su existencia: llevar la visión territorial a cualquier lugar, una
verdadera Geografía global al extremo.
En cuanto a si los nuevos usuarios hacen o no
Geografía, quizás aún sea demasiado pronto para afirmarlo. En primer lugar, si
nos referimos a sus aptitudes es innegable que ahora estas son limitadas.
Recién llegados al mundo de la Geografía, se encuentran rodeados por una serie
de conceptos territoriales que muy posiblemente quedan fuera del alcance de sus
conocimientos. Pero es probable que con el transcurso del tiempo los no
expertos aumenten su inteligencia espacial, al encontrarse inmersos en éste
contexto geográfico global, de manera que puedan aproximar sus habilidades a
las de los especialistas geógrafos.
En segundo lugar, si observamos las aplicaciones
de geoexploración disponibles en la red que empiezan a utilizar estos no
expertos, vemos que en este momento aún es posible distinguir entre tales
herramientas de los SIG propiamente dichos. La diferencia fundamental entre
ambos tipos de sistemas estriba en que los geoexploradores, que facilitan el
acceso a los datos territoriales, aún no permiten generar información que lleve
al conocimiento geográfico, lo cual les distancia mucho de los SIG. Esta
situación es comparable a la que mencionábamos con anterioridad en este
artículo, cuando nos referíamos a las fases de la transición digital en
Cartografía e identificábamos un periodo en el cual dicha especialidad sólo
podía responder a cuestiones territoriales básicas del tipo dónde y qué: los
geoexploradores en este momento están en esta fase. Del mismo modo que sucedió
con la especialidad cartográfica, éste escenario puede cambiar fácilmente con
el transcurso del tiempo y es probable que en un futuro no demasiado lejano los
geoexploradores lleguen a proporcionar a los usuarios los mecanismos necesarios
para que puedan enfrentarse sin problemas a los por qué del análisis
geográfico, en un proceso que quizás llevará a la convergencia de ambas
herramientas (Wyngaarden y Waters, 2007).
Si esta convergencia es efectiva y, por un
lado, los usuarios mejoran sus capacidades geográficas y, por otro, las
herramientas de geoexploración aumentan su funcionalidad hasta equipararse a
las de un SIG, de manera que ofrezcan la posibilidad de llevar a cabo complejos
procesos de análisis geográfico, ¿la consecuencia será que cualquiera que las
utilice estará actuando como un geógrafo y por lo tanto estará haciendo
Geografía? Responder afirmativamente a esta pregunta resulta quizás demasiado
atrevido pero no se debe perder de vista que esta situación llegará tarde o
temprano y que es necesario ser consciente de ello.
Ante esta disyuntiva la disciplina y los
propios geógrafos tienen dos alternativas. Bien pueden optar por tomar una
postura refractaria al nuevo escenario bloqueando el acceso al conocimiento
geográfico a los nuevos usuarios, lo cual, por cierto, se antoja muy complicado
si se atiende a la ya mencionada horizontalidad que está tomando el acceso al
saber en el mundo global. Bien pueden apostar por jugar un papel clave ante el
mismo, buscando el consenso social en el uso de los SIG, ofreciendo a los
nuevos usuarios sus habilidades de análisis territorial de manera que con ellas
consigan mejorar su competencia geográfica.
Esta elección bien pudiera llegar a ser clave
para el futuro de la disciplina, pues de ella podría depender que evitásemos, o
no, pasar de la era de la información espacial que ahora iniciamos a la era del
naufragio del conocimiento geográfico. Uno de los retos más importantes a los
que se enfrenta el geógrafo es, precisamente, asegurar que todo el conocimiento
obtenido a lo largo de los siglos de práctica geográfica no se diluye en el
contexto geotecnológico, sino que se hace verdaderamente visible a través de
los nuevos métodos y llega con la intensidad debida hasta los nuevos usuarios.
La Geografía continúa teniendo un papel clave
en este contexto y, con toda probabilidad, es la especialidad científica mejor
posicionada para dotar a todos los usuarios de las nuevas tecnologías
geográficas del cuerpo metodológico que les permita avanzar hacia el
conocimiento espacial con todas las garantías.
CONSIDERACIONES
FINALES
Los cambios
que las tecnologías de la información geográfica, especialmente los SIG han
tenido, están teniendo y tendrán en la Cartografía y en la Geografía hacen
necesario una reflexión como la que se ha planteado en los apartados
anteriores.
Quizás el alcance de estos cambios no se pueda
apreciar de manera suficientemente clara, porqué estamos siendo protagonistas
de ellos y los vivimos desde dentro y, por lo tanto, en lugar de reconocer que
suponen un cambio extraordinario de profundas repercusiones, los asumimos con
total naturalidad a medida que van produciéndose. El hecho es que los SIG están
teniendo una influencia importantísima en la Geografía porqué le permiten ver más
y mejor, le proporcionan la nueva visión que es necesaria tener para poder
comprender la complejidad del territorio global. En un futuro el impacto de las
TIG, a través de les nuevas herramientas de geoexploración, aún será más grande
porque extenderá la visión territorial de la Geografía hacia otros ámbitos que
hasta ahora la han ignorado, llevándonos a la Geografía Global.
Quizás la misma parte de la disciplina que en
un inicio sostuvo que el uso de las TIG era poco más que una moda pasajera,
pueda argumentar que es inconcebible que unas simples herramientas sean capaces
de sustentar toda una disciplina. Si bien esta apreciación puede ser cierta, no
es menos cierto que en estos momentos es imposible entender la Geografía sin
las TIG, porque estas tecnologías son mucho más que simples herramientas tal y
como se ha expuesto a lo largo de este artículo. Lo más razonable sería buscar
el punto de equilibrio entre todas las visiones que existen acerca de la
esencia de la disciplina geográfica y reconocer que lo verdaderamente significativo no es defender
o intentar imponer un pensamiento geográfico único, sino ser capaces de
integrar las distintas visiones en una que no sea excluyente.
Quizás el marco científico en el que hasta
ahora se ha movido la Geografía ha quedado demasiado estrecho y ha dejado de
ser válido y, por ello, debamos enfocar nuestro objetivo como especialidad
hacia una nueva visión transdisciplinaria, que pueda adaptarse a las nuevas
relaciones que resultan de las intersecciones de conocimientos, corrientes y
criterios científicos múltiples y que las nuevas tecnologías, actuando como
catalizadores, han hecho aflorar.
La situación actual y la que se adivina lleva,
incluso, a cuestionar si el futuro de la Geografía está fuera de las manos de
los geógrafos, o si a partir de la especialidad aparecerán nuevas disciplinas
científicas independientes, tal y como ya ha ocurrido en otras ocasiones a lo
largo de la historia de la Geografía, o, incluso si nuestra especialidad dejará
de existir tal y como se ha conocido hasta el momento.
Lo que debiera resultar evidente a ojos del
lector es que es necesario hablar abiertamente de los cambios que se producen y
comprender que la explosión geográfica, lejos de ser vista con recelo, ha de
servir como un estímulo y un reto para todos los geógrafos.
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